La psicología es la ciencia del comportamiento, los
conductistas fueron, desde principios del siglo XX, los primeros en situar el
comportamiento en el centro de la psicología científica. Antes de ellos lo
había hecho Aristóteles, aunque en un contexto epistemológico muy distinto.
Para Aristóteles la indagación psicológica trata sobre los actos de los seres
vivos. Lo que precisamente han estudiado siempre los zoólogos y biólogos
interesados en la vida de los animales. Los primeros intentos de la psicología
experimental introspeccioncita, influidos por la tradición cartesiana,
escindieron, en dos actos incomunicables: el movimiento y la conciencia. De un
lado, los movimientos físicos y orgánicos de la estimulación, las respuestas
externas, cuantitativas, empírica, públicamente observables y físicamente
manipulables. De otro, los contenidos y procesos de conciencia, internos,
inextensos, cualitativos, accesibles tan sólo a la introspección del propio
sujeto.
Todo comportamiento es, sin duda, un proceso físico.
Pero no todo proceso físico es comportamiento. Lo son aquellos que significan
una respuesta del ser vivo al ambiente en que vive. El comportamiento no es una
serie de movimientos sin sentido regido por la legalidad física, ni unos
contenidos de conciencia de los que la ciencia experimental tenga que
prescindir, ni ambas cosas conjuntamente o por separado. El comportamiento es
un proceso estrictamente físico, registrable y verificable, que consiste,
precisamente, en ser la actividad por la que un ser vivo mantiene y desarrolla
su vida en relación con su ambiente, respondiendo a él y modificándolo. El
comportamiento rabioso, por ejemplo, no es sin más un deseo de venganza o de ataque.
Como detalla Aristóteles, no es el fenómeno psicológico de la ira, sino su
significación. El comportamiento rabioso real, que efectivamente significa eso,
es un proceso físicamente registrable consistente en ciertos cambios orgánicos
y ciertas relaciones con una situación ambiental que la ciencia ha de ir
determinando empírica y experimentalmente. Ese proceso consistía para
Aristóteles en el comportamiento de la sangre en torno al corazón. Y como todo
comportamiento real no es sólo un puro movimiento físico, ni una pura significación
comprensible, sino un movimiento físico significativo. En el comportamiento se
dan, a la vez, y en muy distinta proporción según las especies, la
comprensibilidad de la acción y la legalidad de los procesos psico-orgánicos por los que se realiza
(Chauchard, 1961). El desarrollo y evolución del comportamiento animal lo vemos
representado en el hombre con su grandiosa corteza prefrontal que lo posibilita
de todo acto, elección, planificación y le permite hacer frente a situaciones nuevas
de manera adaptada e inteligente a partir de la evocación de
experiencias pasadas.
http://www.redalyc.org/pdf/184/18426920003.pdf